lunes, 23 de noviembre de 2009

Nos siguen matando

Los asesinos despertaron
de sus pesadillas
y transformaron la realidad
en paisajes macabros.
Cargando su imbecilidad y sus cañones,
disfrazándolos de tristes diamantes,
como aves rapaces
mataron otra vez
a la santa inocencia
que dormía ingenua.

Sin escrúpulos, sin razón
apuntaron desde su locura
a lo que queda del amor,
a la noche de Gaza
y a su hermosa Luna.

Ellos siguen andando en sus tanques
en su desierto venido a infierno,
el mismo que camino el de Nazaret
pero él descalzo y con un Sueño.

Ellos siguen justificando la tragedia,
culpando a los locos y a los niños
que los atacan con piedras.

Ellos en tanto, disparan sus misiles
como democrática respuesta,
que les permite un decreto
de una constitución perversa.

A todo esto, caen fusilados
niños, mujeres, hombres, ancianos.

A todo esto,
no sé como llamarlo...

¡me mataron otro día!
¡me siguieron matando!

jueves, 19 de noviembre de 2009

Noche cruzada

Fue una de esas noches de sábado. bBuscando un cuerpo donde refugiarme del exilio que me impone la vida. Yo caminaba cruzando todas las aceras, y las luces de neón me hacían guiños obscenos. Pero yo seguía mi rumbo perdido. También era una noche de funeral, con el vino y las rosas que me dejó prestadas Ismael. Pero no tenía a nadie para brindar mi derrota. Y encendía de agobio cigarro con cigarro, y me quemaba las llemas de mis dedos, pero estaba insensible al dolor. Cuando de repente, encontré un bar, de los que en vez de invitar a que entres, parece que intimidan. Pero estaba tan desesperadamente solo y hastiado que decidí emborracharme allí mismo. Para olvidarme de tanta derrota.
Aquel era un bar muy propicio para los que llevan en la piel la estima imborrable de los perdedores. Cutre, viejo y sucio: era perfecto. No recuerdo ahora su nombre, quizá no me importa. Yo sólo quería morirme bebiendo. En la intimidad a solas con mi fracaso.


Y entré decidido, y bendita, o maldita, que fue mi suerte. Pues allí estaba ella. Yo no se si fue el principio de mi vida, o el principio de mi muerte: nunca lo sabré con certeza. Me pareció que ella era, la mujer que estuvo encerrada en aquel bar cien días. Presentí que también cubría su piel de derrotas y su rostro trataba de burlar el dolor. No se por qué pero algo por dentro me indicó que esa noche nuestra soledad podían compartirse. Aunque tuve miedo de sentir nuevamente otro rechazo. Pero si no te decides, la vida nada te ofrece. Y yo a Sabina le hago caso, porque no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió. Y ¡joder!, tengo ya tantas heridas de nostalgia.

Yo me acerqué a la barra, y le pedí al barman un whisky doble. Si me emborrachoaba, me olvidaría de aquella mujer y algunas neuras. particulares Inconsciente así ,pasaría la noche. Bebiendo, bebiendo, y un trago más para que así mi corazón no recuerde que de soledad se desgarra. Maldita sea, allí estaba ella. Con una belleza salvaje y formas corpóreas que invitaban al pecado. ¿Cómo una mujer como aquella podía cubrirse la piel con fracaso y tristeza? Y era cierto. Yo desde la distancia sentía que así era.

Ella también bebía, quizá tequila, para emborracharse de golpe. Yo quería emborracharme con ella. Por eso me acerqué a ella...Estaba absorta, mirando la nada; pensado en la suerte maldita que la acechaba.

La dije:
.-¿Cúanto pide por sus pensamientos?
.-Hoy estás de suerte, chaval, estoy de rebajas...
.-Mejor, así me los llevo todos...¿póngame precio?
-. Hoy no vendo nada. Sólo quiero comprar el deseo...¿y tú que me ofreces?
.-También esta noche esta de suerte, pues tengo un catálogo repleto.
.-¿Tendrás lo que quiero?
.-Seguro. Para ti tengo lo que quieras: soledad compartida, amor, pasión, ternura, lujuria, deseo, ternura...¿elige lo que quieras? Para ti también de rebajas.
.-Entonces, chaval, también yo te compro el lote entero.
.-Dime entonces donde quieres que te lleve toda esta compra.
.-Tranquilo. Primero apuremos toda esta copa de besos; quiero emborracharme contigo.
.-Igual después de borrachos, olvidas donde tiene que encaminarse el deseo.
-.No te preocupes, que el camino donde ha de llevarnos el deseo, desde hace tiempo está señalado con el fuego incandescente que de la pasión y la soledad nacen.
.-Entonces de acuerdo.

Y así, pasaron las horas. Nos emborrachamos tanto de besos, que al final conseguimos que el deseo nos guiara porque la pasión se había apagado y no encotramos señal que indicara que el destino nos fijaba en medio de ningún dónde. Ella, sin saber como, desapareció. Al amanecer, cuando el alba me dejó sobre mi carne sus labios ateridos y el sol como un escalofrío de luz cegó mis ojos. Desapareció entre la derrota y el fracaso. Todavía ando buscándola. Vuelvo cada noche del sábado a ese bar, con género nuevo. Pero allá sólo ocupa espacios de ausencia y entonces, me emborracho de nuevo, por si ella aparece y me dice:
.-te invito de nuevo a beber chaval, si me vendes de otra vez todo el lote completo.