sábado, 28 de mayo de 2011

Las horas


Las horas revolotean encima de la mesa. Amancecen así, esparcidas entre lapiceros y carboncillos absurdos de un pintor que se despista en cada cuadro, vacila en las acuarelas del olvido, se deshace en los pasteles de tu ombligo.Cerca, esqueletos difusos que la noche riega con con las gotas incansables de sus sombras.Una perezosas hormigas moran las esquinas, algunas se atreven a ralentizar el tocata donde Lennon siembra tempestades. Así se traman los días . Horas que nacen de una verdad absoluta anestesiada por una duda, o por miles distintas y brotan de la misma caricia aunque el paisaje torne desnudez, aquel árbol ha crecido, atiende que aquí están mis cerezas. Desnudos de champagne que en mi copa te vas llevando, siento cómo agujerea la bilis del sueño invisible, el mismo que se postra debajo de la cama sin salida de emergencia y con leve escape de gas; polvo rasgado en las vestiduras venideras, días extraños, cuerpos clandestinos que se pierden como el agua sucia que corre por la calle cuando la vieja limpiaba el portal. Las burbujas desatan las horas de la ira, las fotografía se rompen, quedan los rostros, los vivos colores del revelado, mis manos humedecen, la reflex sigue encerrada en el cajón imposible . Son aquellas horas perversas la que gravitan en este colchón, tus arañazos los escribo en hielo, y la botella de ginebra ya no se asusta. Aunque suena a la canción, no sé prefiero días iguales o días distintos. Sírvete otra, no queda nada más en este cementerio.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Noche de noctiluca















El antro de siempre. La hora de entonces. La lluvia de aquel día. Una ciudad desconocida desplegaba los aires difíciles de unos meses despistados, y estiraba la noche pendiente de un pies descalzos que no paraban de bailar. Los relojes ya no sirven para nada. Puede que fuera viernes, sábado o un diá de la semana que acababa de aprender. Quizá tenga la culpa la maestra del parvulario, nunca nos habló de la huella peligrosa de los sueños. Las escaleras desvelarían el secreto, al fondo el salón de los espejos. Las mismas caras, la barra del bar, estúpida y triste. Mi segunda ginebra reconoció que algo pasaría. Allí se daban rostros imposibles, verdades a medias, se imaginaban los primeros besos. Ella no aparecía, y yo no sabía que la esperaba.
La noche seguía con sus curvas, y la música seguía siendo la de entonces, tediosa entre sus dunas. Unas piernas se asoman a la pista, despistadas con corte de servicio a sus espaldas, dos mujeres a sueldo estiraban su pelo. Un oasis delicado con palmerita. Te ví y me perdí .Necesitaba esa isla desierta. Hablaríamos de lo de siempre, esta vez sin ropa aunque aquella camisa te quedara tan bien. La noche crecía como la flor subterránea del deseo. Atrás quedaron soledades inútiles, y lágrimas que no desembocaban en mar abierto. Tantas letras que juntábamos sin querer. Cuántas horas de sueño robadas al borde de tu boca. Las lista de canciones perdidas que aprendía cada mañnan entre olas prohibidas con playas inventadas donde la arena no era lo que importaba. Noctiluca es una especie de ameba que da luz y en el Cono Sur cuando los días se acaban y se iluminan de esta manera, las gentes sueñan, y hablan de noches de noctiluca.

Unos temblores que supimos reconocer a tiempo y tu ropa cambiaba de lugar. El sismógrafo de la madrugrada de nuevo averiado. Pregúntale a tus tacones, quizá tengan la receta precisa. Sólo entiendo tus manos como espadas, y tu cama como un ring de boxeo. Dónde tu te pierdas que me encuentren a mí. No hay final mejor que aquel que no acaba, sigo sumergido en aquel beso.