martes, 11 de noviembre de 2008


El universo es una perversa inmensidad hecha de ausencia. Uno no
esta en casi ninguna parte. Sin embargo, en medio de las infinitas
desolaciones hay una buena noticia: el amor. Los Hombres Sensibles de
Flores tomaban ese rumbo cuando querian explicar el cosmos. Y hasta
los Refutadores de Leyendas tuvieron que admitir casi sin reservas,
que el amor existe. Eso si, nadie debe confundir el amor con la
dicha. Al contrario: a veces se piensa que amor y pena son una misma
cosa. Especialmente en el barrio del Angel Gris, que es tambien el
barrio del desencuentro. Las historias amorosas de los tiempos
dorados son casi siempre tristes. Esto no basta para afirmar que
todos los romances fueron desdichados: sucede -tal vez- que el arte
necesita nostalgia. No se puede ser artista si no se ha perdido algo.
Los poemas de amor satisfecho aparecen como una compadrada de
mercaderes afortunados. Por eso los poetas de Flores buscaban el
desengaño, porque pensaban que cerca de el andaba el verso perfecto.
Casi todos quedaban en la mitad del camino. Manuel Mandeb veia las
cosas de un modo mas complicado. Admitia que la pena de amor conducia
al arte. Pero tambien sostenia que el proposito final del arte es el
amor. La recompensa del artista es ser amado. Asi pareceia opinar
Ives Castagnino, el musico de Palermo, quien componia valses
melancolicos al solo efecto de seducir señoritas. Cuando no lo
lograba, su tristeza le dictaba otras canciones que mas tarde le
servian para deslumbrar señoritas nuevas y asi recomenzaba el
circulo. Algunos muchachos sin vocacion artistica trataban de merecer
a las damas cultivando las ciencias, la bondad, el coraje, la riqueza
o la extorsion. Los autores de aforismos extrajeron de estas
realidades una conclusion modesta: si no fuera por el amor, nadie
haria gran cosa. Las muchachas beligerantes podian objetar que estos
pensamientos parecen reservados a la conducta masculina. Al respecto,
Mandeb creia que las mujeres hacian de ellas mismas un hecho
artistico.

El poligrafo de Flores, en un rapto de arbitrariedad, llego a
establecer un orden de cualidades, segun su eficacia para enamorar.
Coloco en primer lugar la belleza y luego la juventud, aclarando que
estas dos virtudes son tal vez una sola. Despues ubico las
condiciones espirituales: inteligencia y bondad. En ultimo termino,
el poder y el dinero. Muchedumbres de feos de cierta edad polemizaron
con Mandeb reclamando el derecho a ser amados por su limpieza,
trayectoria comercial o apellido ilustre. De todos modos, para este
oscuro pensador, el amor era una flor exotica cuyo hallazgo ocurria
muy pocas veces.

- De cada mil personas que pasen por esa puerta -decia- acaso nos
conmueva solamente una. Del mismo modo, quiza solo una entre las mil tenga
a bien impresionarse con nosotros. La cuenta es sencilla: sin contar
percepciones engañosas y desilusiones posteriores, la posibilidad de un
amor correspondido es de una en un millon. No esta tan mal, despues de
todo.
Pero dejemos la pura especulacion de los espiritus obtusos de Flores.
Mucho mas interesante es saber como amaron realmente. Para ellos habremos
de transcribir algunas historias que presumen de veraces y que han llegado
hasta nosotros por avenidas literarias o por oscuros atajos confidenciales.