Abril siempre supo a esperanza. Creo que es el único mes que necesito esperar con bendita ansiedad. Cada abril es una bocanada de ilusiones, de rabia precisa para compartir sueños. Esa sensación de ver el borde, la orilla, la esquina de algo bueno que vendrá. Quizá porque sea la antesala del verano o simplemente porque sea abril, no hay más. Es isla perdida para optimistas y pesimistas, sólo hay que mirar los periódicos, verle la cara a Rajoy o Zp, a la tribu del FMI, o a los canallas de TeleMadrid, no hay más.
El frío ya no golpea en la noche pero el semáforo en ámbar me recuerda que todavía, incluso en abril, Marc, mi vecino, hace la ronda por los supermercados de Chamberí para ver si pilla algo caducado. Compra pan de dos días por 10 centimos porque invierte sus ahorros en suelas de zapato, experto en las colas del INEM, y en detectar a mil kilómetros la misma invitación: "Deje aquí su curriculim, ya le llamaremos". Patrick sigue sin vender una "Farola" pero su sonrisa abre todas las mañana la calle Gaztambide, y hoy no estrenará ropa. Abril también tiene sombras. Y hay que aprender de ellas mientras tarareo la lista de sueños por cumplir. Y por aquí, se huele a ti, no hay más.
7 comentarios:
Patrick sigue sin vender una "Farola" pero su sonrisa abre todas las mañana la calle Gaztambide, y hoy no estrenará ropa...
Antonio ME ENCANTA =)
aNita
sigue alegrándonos cada abril con escrito como este!
PRIMO...OLÉ!
antoñito...olé maestro!!
Puto Antonio. Cada día escribes mejor. Disfruta del día que ya tienes 24 a tus espaldas.
Un abrazo.
Aunque te despistes y no te guste el arte noble de la tauromaquia, pegas unas verónicas de locura.
Cuídase, que Dylan nos vigila.
Estas colado hasta los huesos. Que bien te veo.
Ramón
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