lunes, 3 de diciembre de 2007

¿se van las palabras o nosotros mismos?



Las palabras se atropellaron cuando quiso decirlo todo. Unas golpearon a otras que no resistieron y resbalaron, y la última en pie desesperada luchó con todas fuerzas pero cayó con la boca de cara al piso, y muda y muerta lo echó todo a perder.

Midiendo el resultado de la catástrofe, nos encontramos ahora frente a un sinnúmero de palabras pidiendo ayuda a gritos, esparcidas en el suelo, mezcladas todas y sin ningún sentido. Nos encontramos allí en medio del ruido ensordecedor de una alarma que nos sacude y al mismo tiempo nos paraliza diciéndonos Esto no puede estar pasando.

Traicioneras palabras que no acudieron al auxilio y aún más traicioneras si recordamos por cuanto tiempo las conservó y las protegió. De nada había servido tanto tiempo de dedicación pensó en ese momento cuando la dejaron sola y muda. Y en esto sí tenía razón. La venganza de las palabras podríamos llamarlo y condenarlas a homicidio en primer grado pero los peritos nos advierten de algo así como negligencia.

Avanzada la investigación se rumorea que el caos podría haber sido motivado por la falta de experiencia y entonces los dedos giran y apuntan ahora a nuestra sospechosa acusada de secuestro y privación de la libertad.

Afirman que palabras en cautiverio vieron por fin la salida y como quien duda de la cosa se miraron, amagaron y cuando por fin se largaron la euforia fue tal que cegadas y carentes de experiencia no advirtieron que la puerta de salida no había sido construida para tal maratón de tanta palabra presa durante años.

Vanos los simulacros de evacuación para quién hubiera intentado prevenir esta masacre ya que al tiempo se confirmó que el espacio no estaba habitado para almacenar tanto sin decir y aún menos acondicionado el momento, para dejarlo salir.

Resulta un caos cuando irónicamente uno quiere desatarse justo cuando sabe que ya nada nos ata. Es caótico intentar decirlo todo y no saber por dónde empezar. Es desesperante luchar contra el tiempo y ver que en cada intento éste se nos aleja más. Es humillante aferrarse de alguien justo cuando ya se va. Es imperdonable finalmente saber qué decir y murmurarlo a solas en el momento en que ya no lo pudo escuchar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ciezano, espero que te vaya bien por los madriles. Ya nos veremos por estas tierras, cultiva bien tus letras para frutar la vista.