domingo, 23 de marzo de 2008

Algunas noches funestas, y fúnebres.

Noches para volver las miradas a los pasados,
y tú ya no sabes de rosas, ni de vinos,
ni de perfumes, ni de fotos de Paris,
ya no quieres más que huir, y gritar,
y tirarte en aquellos brazos oxidados
y dormirte en llanto y dolor,
dejarme olvidado bajo la cama, o sobre un colchón.
Odias, y maldices la suerte,
mis ojos, mis sonrisas,
y solo quieres escapar,
y envenenar el agua, y la luz,
las raíces de este amor inevitable, de garabato.

Noches para emborracharse
tragos de lagrimas rojas,
y la neblina que cubre las calles vacías,
los faroles que parecen esperarnos en cada esquina,
y tu, corres por las avenidas
corre la sangre, el alma,
buscas alguna nueva mirada,
alguna nueva salida,
laberintos oscuros y fríos,
la maldición de los malditos días.

Noches de olvido,
quemando cartas, y fotografías,
dejando en los rincones de los bares la vida,
y afuera tu solo quieres encontrar
silencios que te logren ayudar,
almas caritativas, luces encendidas,
y algú que otro abrazo
que te recuerde que aun estas viva ,
bajo noches perpetuas, bajo noches vacías,
noches que dan impresiones suicidas,
soledades abiertas,
amores que duermen con tu cobardía.




Nunca este poema dejará de sorprenderme, queda cerca de mi almohada, duerme en mi mesilla más de una semana.

Walking Around
Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
Navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.

Pablo Neruda

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