jueves, 18 de septiembre de 2008

Un silbidito

El frió alarde su existencia en el hueco de mi pecho.
Me da muestras de que aun quedan tus pasos caminando hacia algún cielo del norte. Me habla de lo prestado, como besos, y tu sal, efervescente en mi sangre.
Sé por él, también, que tus noches colapsan cuando caen plumas de pájaros que alguna vez trajeron caricias, cuando en el reloj no caben suficientes agujas para marcar las horas en que recorres su contorno.
Ya no me sorprende vivir en tu aire, en el eco de un llamado que viene de las paredes, que soñó una mañana al salir de mi boca.
El humo en el que vas, del que yo también soy esclavo, es humo de las cenizas de nuestras palabras, de las ilusiones con vencimiento y de acordes que suenan en una canción.
Algún día, cuando tus ojos descansen del temporal que te acecha, podrás leer en la luna, el presagio que la madrugada esconde. Se hará cargo de tus dolencias y de otros amores que no saben de heridas.+




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