
Las horas revolotean encima de la mesa. Amancecen así, esparcidas entre lapiceros y carboncillos absurdos de un pintor que se despista en cada cuadro, vacila en las acuarelas del olvido, se deshace en los pasteles de tu ombligo.Cerca, esqueletos difusos que la noche riega con con las gotas incansables de sus sombras.Una perezosas hormigas moran las esquinas, algunas se atreven a ralentizar el tocata donde Lennon siembra tempestades. Así se traman los días . Horas que nacen de una verdad absoluta anestesiada por una duda, o por miles distintas y brotan de la misma caricia aunque el paisaje torne desnudez, aquel árbol ha crecido, atiende que aquí están mis cerezas. Desnudos de champagne que en mi copa te vas llevando, siento cómo agujerea la bilis del sueño invisible, el mismo que se postra debajo de la cama sin salida de emergencia y con leve escape de gas; polvo rasgado en las vestiduras venideras, días extraños, cuerpos clandestinos que se pierden como el agua sucia que corre por la calle cuando la vieja limpiaba el portal. Las burbujas desatan las horas de la ira, las fotografía se rompen, quedan los rostros, los vivos colores del revelado, mis manos humedecen, la reflex sigue encerrada en el cajón imposible . Son aquellas horas perversas la que gravitan en este colchón, tus arañazos los escribo en hielo, y la botella de ginebra ya no se asusta. Aunque suena a la canción, no sé prefiero días iguales o días distintos. Sírvete otra, no queda nada más en este cementerio.