miércoles, 8 de septiembre de 2010

De noche. Todo late lento. El tiempo templa su suerte acordonado por la tristeza. Los fuegos de los lugares comunes despiertan tristezas encontradas, maldicen estos nuevos atardeceres si no descansan en ti. Deambula al borde de abismo , aquel que el alba diseña , tan fiel a su cita, sin esperanza. En el final de este pasillo de paredes invisibles participa, a modo de aliento inútil, un grafitti hecho con la cordura que previene el más sincero destierro.

Nada fluye, todo permanece, y crece en espiral. Al menos guardo en tus ojos la felicidad de mi alegría.

domingo, 30 de mayo de 2010

Pablo y sus abuelitos


Cieza es una de esas miles de esquinas que teje el tiempo a su antojo. Quizá sea el mapa necesario para confundir miles de sentimientos. O un laboratorio impreciso, tan necesario como invisible, a veces.
Comentaba Vallejo que la verdadera sangre de un pueblo es su propia historia. Algo más tarde Salvador Allende contestaría que la historia era nuestra, y que la hacían los pueblos.

De buena mañana, la alegría paseaba cerca de un nieto que agarraba a su abuelo como si la vida dependiera de ello. La seguridad que da beber de la experiencia.

El jodiano, no paraba de preguntar cuál era la diferencia entre un pueblo y ciudad. Pablo era el nieto remolón que siempre quería la última golosina, de los de ahora ( aunque lo desconociera defendía la memoria).
Antonio, que no conocía el no por respuesta, era la causa y a su vez el azar de una vida injusta hasta que, en la sed de Francia, chocó con la abuelita de Pablo, Dolores.

Pablo alucinaba con la historieta de las manos del abuelo. Siempre se ponía igual de pesado. Después de birlarle la última golosina, le sacaba de la boca aquello de los mazos de esparto, de cómo con 15 años el Camino de la Fuente y esas malditas máquinas moldeaban sus dedos. Incluso, cuando pedía más detalle, el abuelito le contaba algo de la espartosis o de los maravillosos bocadillos de Cazante. Incluso desvelaba el secreto de las empanadillas de Mariano.

Pablo, no sabe todavía lo que es el hambre. Ni se imagina la desesperación que provoca. Tampoco entiende la necesidad que tuvo su acompañante de marchar a Francia. Que si a la vendimia, que si a la fábrica de Renault o a talar árboles en Córcega para que los suyos tuvieran un poquito más de leche en polvo, y olvidar las tórtolas de colores... Ni cómo tuvo el valor de dejar a su abuelita en Cieza con lo guapa que era. Aquella mujer con aquella mirada. Con tanta dulcura.

Pablo, es un experto en fotografía. Incluso se defiende cuando le da por jugar con su bombardino. No olviden que tiene 12 años. Casi todos los domingos, merienda con los abuelos. Siempre repite con lo mismo, de sobra sabe lo que quiere. Después de pegarle el palo a la caja de galletas y reponer la caja de caramelos. Rebusca en el escritorio del abuelito. Encuentra de todo: sobres con direcciones en francés, recortes de Le Monde, algún que otro franco, un par de lágrimas: heridas de un tiempo que nunca se olvida. El material perfecto para construir la próxima odisea.
El bureau tiene un cajón con una pequeña cerradura. Pablo tiene la llave de la inquietud. Y no se cansa de ver fotografías en blanco y negro de personas asustadas, con ropas pasadas de moda, entre paisajes y sentimientos contrariados con un París insólito, perfilado por la poesía de barricadas que guardaron tantos sueños. Al fondo, Dolores y Antonio no paran de llorar. Ninguna palabra puede recortar la amargura de sus lágrimas. Pablo sigue pidiendo explicaciones sobre los ropajes de los colegas de antaño.
Dolores y Antonio hallan la respuesta a tanto sufrimiento. Pablo, con la mirada algo aturdida, mira expectante a sus abues. Aguarda las palabras un par de segundos, hasta que su ingenuidad se manifiesta para cambiar de página: " No lloreis. Os quiero mucho. De acuerdo, nunca más rebuscaré en el cajón".

Antonio también le contó a su nieto, la historia del hombre bueno que le regaló a Cieza un hospital. Hoy, tuve la suerte de compartir destino con Pablo. Al acercarnos a Cieza, comenzaba a explicarme lo bonita que era la Atalaya (de su pueblo). Y que por favor bajara con él al río a pegarnos un buen chapuzón.

Quizá, a partir de aquella tarde, las fotografías cambien de color, de protagonistas, de escenario. Y empiecen a sentir la alegría.

martes, 8 de diciembre de 2009

Juliette


Sonaba el despertador a modo de "toque de queda". La noche anterior fumó algo más que mil cigarrillos, aún así necesitaba el oro verde para no confundir el aire fresco de la mañana.

Al otro lado de la cama, un quejío aturdió su amanecer. No recordaba el etílico plan que diseñaron sus manos, ni en qué boca pasó la noche pero sí cierta escena de un servicio con doble espejo que no perdonaría al protagonista. Al menos pudo sentir la resaca de una farra histórica. Las botellas de Cardhu invitaban a sumarse aquel homenaje: damas jodidamente preciosas y empolletadas para el "affaire", música de Cohen, literatos en calzoncillos, y pintores afilando cuchillos. Todos jurarían que aquella cita pareciera estar diseñada por el enano de Toulouse -Lautrec en el París del escándalo.

Desveló su entrepierna la dureza de aquella dama, y la senda pintada de placer que desdibujaba sus olorientas sábanas, las mismas que no cambiaba hasta que el frío las tornara en amarillo viejo. No sabía qué coño hacía allí.

Y robó a Buddy Holly la fuerza de "Crying, waiting, hoping". Lloró un rato, incrédulo, mientras la silbaba; secó su rostro atracándose un tapón de Dyc. Recordó, ese era su verdadero rezo la vagancia de madrugar. Se giró, persiguío con su hombro la senda: allí seguía ella.

Él seguía mirándola. Retorcía el ceño con el afán de asombrar algo de lucidez a aquella escena. Se puso de nuevo, intentó recordar. No tardó en volverla a dibujar con sus dedos, hasta que su meñique interrumpió el canto de la dama. Truncó los ronquidos con un pulsar seco que sonó como un signo de interrogación.

Ella, una lolita algo pasada en carnes. Su salvaje cabellera guardaba un rostro pálido, de virgen de Murillo. Llevaba tatuado a Vallejo, curioso. Al sur de su ombligo se descubría un verso enigmático: "Murió mi eternidad y estoy velándola." Su pezones incluso superaban a los de Bardot.

Aquello cerró la interrogación, y mostró la admiración de su pene. El eco de su mirada le hacía resbalar entre esos muslos; verdaderos mapas de intensas batallas . No pudo parar, su silencio abrazaba cada paso estúpido que daba. Con él, resolvía las penúltimas dudas. Dejó que su reloj matara el tiempo, así el tacto planearía como único idioma. No volvería a pronunciar palabra hasta que le quitó un Coronas. Se puso a trasladar nuevos aires a la habitación, le jodió el último cigarrillo de la estrecha cajetilla.
Sus primeras palabras fueron dulces. Se preguntaba, con un marcado acento parisino, la procedencia de aquella mierda de colchón que tenía. Más tarde, recabaría en lo absurdo de la escena. Él quería seguir soñando su tatuaje, con el pretexto de poder sellar con su boca los tres puntos seguidos que le faltaban... que él creía que le faltaban.

Juliette, que así se hacía llamar, consultaba con sus uñas la belleza de sus manos.
Empezaron sus elegantes yemas a surcar los valles de su rica anatomía, al ritmo de una melodía, que casi sin querer clicó el melómano. "Ball and chain" de Janis Joplin. Los mares de su espalda arremetían contra las olas que forzaban sus caderas. Él, impávido veía aquel sainete con cierto nerviosismo, esperando que aquellas manos clamaran la presencia de su cuerpo. Seguía la quebrada Joplin insuflando aire melancólico. Juliette utilizaba con más precisión su otra mano, en danza canibal, enseñaba la raíz de aquel tatuaje. No paraba de tocarse, volvió a subir algo más que la pulsación del pintor. Porque él, al menos jugaba a ser pintor.

Tocó su malherida barba con el pulgar, selló sus labios mientras cantaba la última de Serge Reggiani. Se volvía ciego, ya no importaría el color de las sábanas o si el tocadisco quemara su último cartucho, sostenía entre sus manos la dulzura de Juliette,la fruta fresca camuflada en carmín de sus carnosos leviatanes.

Y entre sus piernas...

Volvería a sonar por segunda vez el despertador, y esta vez no perdonaría. Desperté eso sí, no con Juliette sino con el rastro de un sueño que sí cambiaría el color de las sábanas. El nuevo día para colmo amanecía con un exámen de "Filosofía Política Contemporánea". Y a Juliette la esperaba en mi ombligo. "Juventud, divino tesoro".

lunes, 23 de noviembre de 2009

Nos siguen matando

Los asesinos despertaron
de sus pesadillas
y transformaron la realidad
en paisajes macabros.
Cargando su imbecilidad y sus cañones,
disfrazándolos de tristes diamantes,
como aves rapaces
mataron otra vez
a la santa inocencia
que dormía ingenua.

Sin escrúpulos, sin razón
apuntaron desde su locura
a lo que queda del amor,
a la noche de Gaza
y a su hermosa Luna.

Ellos siguen andando en sus tanques
en su desierto venido a infierno,
el mismo que camino el de Nazaret
pero él descalzo y con un Sueño.

Ellos siguen justificando la tragedia,
culpando a los locos y a los niños
que los atacan con piedras.

Ellos en tanto, disparan sus misiles
como democrática respuesta,
que les permite un decreto
de una constitución perversa.

A todo esto, caen fusilados
niños, mujeres, hombres, ancianos.

A todo esto,
no sé como llamarlo...

¡me mataron otro día!
¡me siguieron matando!

jueves, 19 de noviembre de 2009

Noche cruzada

Fue una de esas noches de sábado. bBuscando un cuerpo donde refugiarme del exilio que me impone la vida. Yo caminaba cruzando todas las aceras, y las luces de neón me hacían guiños obscenos. Pero yo seguía mi rumbo perdido. También era una noche de funeral, con el vino y las rosas que me dejó prestadas Ismael. Pero no tenía a nadie para brindar mi derrota. Y encendía de agobio cigarro con cigarro, y me quemaba las llemas de mis dedos, pero estaba insensible al dolor. Cuando de repente, encontré un bar, de los que en vez de invitar a que entres, parece que intimidan. Pero estaba tan desesperadamente solo y hastiado que decidí emborracharme allí mismo. Para olvidarme de tanta derrota.
Aquel era un bar muy propicio para los que llevan en la piel la estima imborrable de los perdedores. Cutre, viejo y sucio: era perfecto. No recuerdo ahora su nombre, quizá no me importa. Yo sólo quería morirme bebiendo. En la intimidad a solas con mi fracaso.


Y entré decidido, y bendita, o maldita, que fue mi suerte. Pues allí estaba ella. Yo no se si fue el principio de mi vida, o el principio de mi muerte: nunca lo sabré con certeza. Me pareció que ella era, la mujer que estuvo encerrada en aquel bar cien días. Presentí que también cubría su piel de derrotas y su rostro trataba de burlar el dolor. No se por qué pero algo por dentro me indicó que esa noche nuestra soledad podían compartirse. Aunque tuve miedo de sentir nuevamente otro rechazo. Pero si no te decides, la vida nada te ofrece. Y yo a Sabina le hago caso, porque no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió. Y ¡joder!, tengo ya tantas heridas de nostalgia.

Yo me acerqué a la barra, y le pedí al barman un whisky doble. Si me emborrachoaba, me olvidaría de aquella mujer y algunas neuras. particulares Inconsciente así ,pasaría la noche. Bebiendo, bebiendo, y un trago más para que así mi corazón no recuerde que de soledad se desgarra. Maldita sea, allí estaba ella. Con una belleza salvaje y formas corpóreas que invitaban al pecado. ¿Cómo una mujer como aquella podía cubrirse la piel con fracaso y tristeza? Y era cierto. Yo desde la distancia sentía que así era.

Ella también bebía, quizá tequila, para emborracharse de golpe. Yo quería emborracharme con ella. Por eso me acerqué a ella...Estaba absorta, mirando la nada; pensado en la suerte maldita que la acechaba.

La dije:
.-¿Cúanto pide por sus pensamientos?
.-Hoy estás de suerte, chaval, estoy de rebajas...
.-Mejor, así me los llevo todos...¿póngame precio?
-. Hoy no vendo nada. Sólo quiero comprar el deseo...¿y tú que me ofreces?
.-También esta noche esta de suerte, pues tengo un catálogo repleto.
.-¿Tendrás lo que quiero?
.-Seguro. Para ti tengo lo que quieras: soledad compartida, amor, pasión, ternura, lujuria, deseo, ternura...¿elige lo que quieras? Para ti también de rebajas.
.-Entonces, chaval, también yo te compro el lote entero.
.-Dime entonces donde quieres que te lleve toda esta compra.
.-Tranquilo. Primero apuremos toda esta copa de besos; quiero emborracharme contigo.
.-Igual después de borrachos, olvidas donde tiene que encaminarse el deseo.
-.No te preocupes, que el camino donde ha de llevarnos el deseo, desde hace tiempo está señalado con el fuego incandescente que de la pasión y la soledad nacen.
.-Entonces de acuerdo.

Y así, pasaron las horas. Nos emborrachamos tanto de besos, que al final conseguimos que el deseo nos guiara porque la pasión se había apagado y no encotramos señal que indicara que el destino nos fijaba en medio de ningún dónde. Ella, sin saber como, desapareció. Al amanecer, cuando el alba me dejó sobre mi carne sus labios ateridos y el sol como un escalofrío de luz cegó mis ojos. Desapareció entre la derrota y el fracaso. Todavía ando buscándola. Vuelvo cada noche del sábado a ese bar, con género nuevo. Pero allá sólo ocupa espacios de ausencia y entonces, me emborracho de nuevo, por si ella aparece y me dice:
.-te invito de nuevo a beber chaval, si me vendes de otra vez todo el lote completo.

martes, 13 de octubre de 2009

Salvo..

Un tejado callado y dolorido, la brisa estúpida de una ciudad que no persigue a sus asesinos.Un alba obtusa que se pierde entre viejos adoquines que descarta cantar para no despertar la ira del enemigo. Miserables vidas cruzadas desconocidas, agujereadas...El ritmo de este amasijo de sentimientos dirigidos por túneles que no paran de inundarse de incertidumbre, de políticos corruptos con careta fácil. De aquella ciudad que amó Larra, de este misterio tetrapléjico que rebusca encontrarse. Una llamada al viento como límite perdido de una esperanza cada vez más entornada. Madrid, Madrid..rien de rien.

jueves, 24 de septiembre de 2009

.

Desintegro el crucigrama que da vida a tus dudas,
lo desabrocho y me lo echo a la boca.
Lento para que no confundas mis manos, por robarte esta última sonrisa.
Llamadas telefónicas que bombardean el norte de mis noches
que siembran situaciones con cerveza o que acercan ciudades.
Tristezas encontradas que jamás se repetirán, porque… cuando nuestros ojos
bailen, todo quedará yermo, mudo con la necesidad de reinventarte.
Ya sabes, Neruda decía que la aventura pendía de un hilo,
pero tus ojos son, sigilosamente, cada vez más míos
y eso ni tu ni Neruda todavía logran entenderlo, saberlo o quizá superarlo…

viernes, 18 de septiembre de 2009

Descubrimiento

LLegados a esta calle oscura del Pakistán imaginario de tu armario, la mañana cae fría aunque los 40 puntos grados centígrados te descubran que es Sweet Lost Summer. A lo que íbamos, partimos de la insensatez con el afán de luchar por tiempos perdidos que jamás conocimos; nos apasionamos en ligar contando batallas devueltas por la propia historia, o incluso cuando creemos que somos los mil hombres que nos gustarían llegar, quizá , a ser. Y pintamos nuestro pelo con gomina de euro(¿medida anticrisis?).
Las féminas se dejan llevar si te atreves a regalar tu mágico catalejoo, también si les das la posibilidad de jugar con tus patillas intensas, esas que les recuerdan al gran Elvis o aquel fusil que guardaba tras su ombligo. Es lo que toca right now, vuelven los 70´s, y para el próximo año los 80´s, prepara tu guitarra, y destapa la jeringa del tiempo, que Morena…Woodstock vive en tu cocina. Janis pasa, que todo está encima de la mesa.
¿Y para qué carajo queremos la Historia de la Comunicación Social si ya no estamos de moda?

viernes, 4 de septiembre de 2009

Me quedan dos meses, nadie lo sabe. Seré brutalmente sincero con cada una de las personas que me importan, y también con las que no, qué me importa. Sacaré mis trapos sucios al sol y servirán de mortaja de lo antiguo, de lo escrito en un tiempo que ya no es.
Queda un mes. Lo peor ha sido decirle a una amiga que nunca me gustaron sus versos; quemé su primera novela, la detestaba.
Quedan días. Me estremece la idea de perder la visión de mí mismo, de no reconocerme en mis versos cuando llegue el momento. Siento mi pasado como una sombra extraña, ya no es la mía, pertenece a otras historias, vacías de palabras; desprecié la perfección y esa decisión enfermó mi alma.
Queda una noche. Amanece, por fin he aniquilado mi mediocridad literaria con un plan premeditado. Soy libre para escribir. Sea ahora la exacta palabra.